Bendito sea Jehová, mi roca, Quien adiestra mis manos para la batalla, Y mis dedos para la guerra;
2
Misericordia mía y mi castillo, Fortaleza mía y mi libertador, Escudo mío, en quien he confiado; El que sujeta a mi pueblo debajo de mí.
3
Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, O el hijo de hombre, para que lo estimes?
4
El hombre es semejante a la vanidad; Sus días son como la sombra que pasa.
5
Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende; Toca los montes, y humeen.
6
Despide relámpagos y disípalos, Envía tus saetas y túrbalos.
7
Envía tu mano desde lo alto; Redímeme, y sácame de las muchas aguas, De la mano de los hombres extraños,
8
Cuya boca habla vanidad, Y cuya diestra es diestra de mentira.
9
Oh Dios, a ti cantaré cántico nuevo; Con salterio, con decacordio cantaré a ti.
10
Tú, el que da victoria a los reyes, El que rescata de maligna espada a David su siervo.
11
Rescátame, y líbrame de la mano de los hombres extraños, Cuya boca habla vanidad, Y cuya diestra es diestra de mentira.
12
Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio;
13
Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; Nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos;
14
Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo; No tengamos asalto, ni que hacer salida, Ni grito de alarma en nuestras plazas.
15
Bienaventurado el pueblo que tiene esto; Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová.