Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
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Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
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Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
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y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
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Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.
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Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
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Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
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Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
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Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
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Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola.
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Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
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para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.
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Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
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El sembrador es el que siembra la palabra.
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Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
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Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
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pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
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Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,
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pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
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Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
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También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
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Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
23
Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
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Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís.
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Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
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Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
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y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
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Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
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y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
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Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?
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Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
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pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
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Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
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Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.
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Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado.
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Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.
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Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
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Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
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Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
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Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
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Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?