Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
2
Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas.
3
Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos.
4
Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
5
Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
6
En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida.
7
Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?
8
El entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos.
9
Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
10
Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
11
y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
12
Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.
13
Y esto os será ocasión para dar testimonio.
14
Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
15
porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
16
Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros;
17
y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.
18
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
19
Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
20
Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
21
Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
22
Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23
Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
24
Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
25
Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
26
desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
27
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
28
Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.
29
También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
30
Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
31
Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
32
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
33
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
35
Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
36
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
37
Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
38
Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle en el templo.